DARLE LA VUELTA AL MIEDO

DARLE LA VUELTA AL MIEDO

por Mateu Estarellas

 

En una situación como la que estamos viviendo, en medio de una pandemia y en un estado de alarma, es normal que en algunos momentos sintamos miedo. Puede ser un miedo muy definido, o puede ser algo más difuso, como una preocupación o una angustia que impregna sutilmente nuestro ser. Aunque mentalmente, racionalmente, podamos entender argumentos claros que nos orienten hacia no perder la calma, emocionalmente sentimos que la perdemos, que en algunos momentos nos invade la angustia, un puntito de ansiedad.

¿Qué podemos hacer ante esto? Porque no nos sentimos bien con esas sensaciones; ya sea simplemente porque nos son desagradables, o también porque pensamos que sintiendo eso contribuimos a un estado generalizado de negatividad.

Lo primero de todo es aceptar que esas emociones estén ahí; aceptar (que implica reconocer) que sentimos miedo, que estamos angustiados, en el grado que sea.

Después intentar centrarse en los aspectos físicos de esa emoción, es decir, en la forma en que sentimos esa emoción en nuestro cuerpo: dónde la sentimos (en qué parte del cuerpo), y cómo es (si es una presión, un cosquilleo, una palpitación, qué duración tiene, si es constante o intermitente, etc.). La fuerza de la emoción está siempre ligada a los pensamientos que la acompañan, sean estos más o menos conscientes. Por eso, al centrarnos en las sensaciones que produce en el cuerpo la desligamos de aquello que la alimenta, que son los pensamientos. Entonces la emoción se disuelve, como cumpliendo su ciclo.

La emociones son, para nosotros, como sensores de una desalineación, de una incongruencia, nos advierten de que algo nos amenaza o nos empujan hacia algo que nos conviene, y esto puede ser a nivel interno o a nivel externo. A veces ese algo que nos amenaza o que no nos conviene, ese algo disruptivo, incongruente, no es más que un pensamiento (del que ya digo que podemos ser más o menos conscientes). Ese pensamiento, al darle juego (es decir, al seguir pensándolo), puede dar lugar a pensamientos semejantes y hacernos entrar en una espiral de negatividad (por otra parte totalmente improductiva a efectos prácticos de mejorar la situación que produce angustia). Entonces, la emoción nos advierte, nos enciende una alarma, en la forma de un malestar. Al dirigir la atención a las sensaciones físicas de ese malestar desactivamos el pensamiento y entonces la emoción, al haber cumplido su función de alerta, se diluye. Y es entonces, desde esa calma que se produce cuando la emoción ha acabado su ciclo, cuando podemos encontrar y elegir pensamientos más sanos, más claros y más productivos.

Hemos dado la vuelta al miedo y es desde ahí que podemos hacer nuestra mejor contribución a esa totalidad de la que formamos parte.